Los sueños del profesor matsiguenga
Timpía es el origen de todo. Esta comunidad, de unas mil familias de la etnia matsiguenga asentadas en las inmediaciones del río Vilcanota, en el Bajo Urubamba (Cusco), es el primer amor de Ludwin Aldrin Turco Angulo, un joven de 24 años con un reciente título de bachiller en educación bilingüe intercultural. Él lo demuestra así: “Nuestras comunidades nos necesitan”.
Cada vez que Ludwin habla de estudios, se remonta a sus sacrificios y a los jóvenes de su recóndita Timpía, aquella tierra donde se siembra la yuca, plátano y piña, y se pesca el bagre, el boqui chico. La extraña, quiere volver, se nota en sus facciones achinadas, cobrizas y risueñas, ahora hecho un docente con una ventaja fundamental: dominar dos idiomas.
Cinco años antes, cuando postuló a una beca del Programa Integral de Educación (PIE) de Camisea – creado el 2012-, no imaginó ser el primer becado y el primer graduado de su comunidad en el 2018. Su padre, Lucas, fue tajante aquella vez: “Si no quieres ser como yo, estudia”, le dijo.
Lucas Turco Guevara es un hombre reservado, aguanta las lágrimas al ver profesional a su cuarto hijo, quien es parte de los 38 graduados de la Promoción 2017-ll “Papa Francisco” que desfilan gallardos en la Universidad Católica Sedes Sapientae (UCSS), institución cuya sede en Atalaya, Ucayali, ofrece un programa de educación superior intercultural bilingüe. Le observa, quizás, quiere ver así a sus 7 hijos.
Para una de las coordinadoras del PIE, María Albújar, Ludwin se ha convertido en un ejemplo. Pocos tienen la posibilidad de salir y buscar un futuro profesional a través de los ríos y la selva densa del Perú y él lo logró estudiando de 8 a 10 de la noche, dormía y proseguía de 1 a 4 de la mañana; a las 5 empezaba la limpieza de determinados pabellones. Luego a clases.
“Cuando quieres ser alguien, haces el esfuerzo”. Las palabras de Ludwin llenan de satisfacción; sin embargo, recuerda los momentos más tristes. Su abuelo Matías Angulo tenía 73 años cuando falleció en el 2017. No pudo verlo, debía estudiar, un golpe duro. “Le prometí a mi abuelo que terminaría mis estudios”, comenta contento, pero repara en una recomendación para quienes deben aprovechar las oportunidades o becas como la de Camisea: “Todos somos inteligentes, depende de uno mismo trazarse metas y no perderse”.
Cuenta además que su tesis de titulación será sobre los cantos ancestrales de la comunidad nativa de Timpía, hasta donde sueña volver para enseñar a los niños en su lengua nativa, y así darles parte de las oportunidades que él tuvo.
“Ser profesor en Timpía es ser la máxima autoridad, es todo, es ser ejemplo. En mi comunidad no hay profesores especializados”, acota Ludwin, un joven que quiere ir al extranjero para volverse un experto en educación. Desea ver a más matsiguengas profesionales.
Actualmente, existan otros 42 jóvenes, procedentes de comunidades nativas ubicadas en el área de influencia de Camisea, que se encuentren becados por el Programa Integral de Educación, persiguiendo su sueño de convertirse en profesionales para regresar al Bajo Urubamba y aportar al desarrollo de sus pueblos indígenas.
Por: Gerardo Cabrera Campos